




Luego la prueba de aptitud y la vida nos mando a estudiar a distintos lugares de Chile.
Con cariño
Tatiana
Nosotros vivíamos en una vieja casa frente a la casa de los nonos, de madera y lata por fuera como todas las de la cuadra, tenia una puerta y una ventana que daban a la calle, y hacia adentro como un pasadizo con la pieza de mis papas, luego, el comedor al que mi mamá le quito un pedazo, que paso a ser mi dormitorio y después la cocina y el baño. La cocina era magallánica grande con el comedor diario incluido y una enorme estufa de fierro con serpentín de agua, que después de prender el fuego con leña y carbón, calentaba el agua.
En invierno las cañerías se congelaban y el agua no salia.
El patio era grande pero se compartía con la carpintería del nono que estaba al lado, ahí se guardaban enormes rumas de madera por las que nos gustaba trepar. Desde el patio por una escalera que tenía los peldaños de madera podridos se llegaba a una buhardilla, que entre Penecas y Billiquen que mi mamy colecciono toda su vida, se aparecía a veces algún ratoncillo que nos asustaba.A pesar, que esa era mi casa, yo pasaba la mayor parte del tiempo al frente donde los nonos, ellos tenían una casa enorme, que tenia un patio largo, que llegaba a la otra cuadra por el fondo, por los costados entraban autos y después seguía un galpón donde se almacenaba leña y carbón, para alimentar estufas, cocinas, y caldera de los invernaderos.
Los invernaderos eran tres, uno grande al medio y dos más chicos a los lados, por el costado de uno estaban las frutillas, hermosas, dulces y rojas, que maduraban lentamente con el suave sol magallánico, tenían un sabor que nunca volví a sentir, también el ruibarbo, con la que la familia hacia mermelada.
Por el otro costado al fondo, estaban la zarzaparrilla roja en racimitos, algo ácida, que nosotros desgranábamos directo en la boca.
En la época de cosecha de la lechuga, la familia entera cooperaba cortando sacos, que se deshilaban, para que luego, los mayores amarraban atados de lechuga, que se vendía tierna como de almacigo.
Los tomates se recolectaban en canastas, eran variedad shutton, tampoco volví a comer tomates mas ricos que esos, naturales, rojos y perfumados.
Cuando estaba enferma, leía El Tesoro de la Juventud, traían de todo, eran como enciclopedias, me encantaban, aparecía mi abuela Ana con un cargamentos de bananas, que yo aunque enferma disfrutaba comiendo y leyendo.
Bueno, creo que por hoy esta bueno de recuerdos, mañana les cuento otro.